jueves, 8 de febrero de 2018

LOS MONSTRUOS QUE RÍEN


Los monstruos que ríen
Denis Johnson
Traducción de Javier Calvo
Literatura Random House
Barcelona, 2016
222 páginas

Han pasado once años desde que Roland Nair, agente secreto escandinavo pero que viaja con pasaporte estadounidense, pisó por última vez las abarrotadas calles de Freetown, Sierra Leona. Nair ha sido invitado por un viejo amigo africano, Michael Adriko, presunto mercenario que, gracias a sus truculentos negocios, le hizo ganar una fortuna durante la guerra civil que arrasó el país en los años noventa. Nair espera que Adriko tenga un nuevo plan para hacerle rico, pero detrás de la invitación solo parece esconderse la próxima boda del africano con una estudiante norteamericana llamada Davidia. Junto a ella, emprenderán un viaje hacia Uganda, la tierra natal de Adriko, para que su clan acepte a su prometida y puedan casarse, pero los tres lo hacen cargados de secretos que no están dispuestos a compartir.

Una vez que sabemos de qué trata la novela, no caben sino preguntas. La primera habría que hacérsela al autor, Denis Johnson, que cambia de registro de una manera asombrosa de su anterior Sueños de trenes, una pequeña obra delicada y sobria, a un cóctel en el que está presente algo de Graham Greene y sus espías oxidados, de novela itinerante, de régimen de aventuras y de la incapacidad que tenemos, vayamos donde vayamos, para encontrar nuestro sitio. A no ser que aceptemos que ningún sitio es el nuestro, lo cual, según un proverbio chino, es el último paso de la sabiduría, el que viene después de considerarnos ciudadanos del universo. Por otra parte, Los monstruos que ríen es una novela en la que las secuencias se suceden sin que cese la actuación: siempre le está sucediendo algo al personaje principal. Con la fortuna de saber montar una novela, esos recursos estructurales, esos personajes dibujados con tres adjetivos, esa dosificación de acontecimientos y la arrogancia confundida con la dignidad, ningún lector perderá el tiempo si comienza a leer esta novela.
Pero no son esos los motivos por los que la traemos aquí. Existe otro nivel de lectura que es el más interesante. Esta novela sucede y solo puede suceder en ciertas regiones de África, desde Costa de Marfil a Uganda, pasando por el Congo. Todo lo que tiene lugar allí condiciona la obra: los únicos hoteles seguros son los que cobran como si fueran de lujo pero racionan la electricidad; el vodka se vende en sobres como las muestras de enjuague bucal; los retirados pilotos de Europa del Este se venden al mejor postor para acarrear en sus aviones cualquier cosa con la que se pueda traficar; el interior es una mancha llena de sangre donde desaparecen los cadáveres en la selva; nadie va allí con un propósito limpio, con un afán comercial que no saque réditos de la explotación, basten los diamantes de sangre a modo de ejemplo. Esta novela está condicionada por toda esa denuncia. No nos gustaría que esa labor documental, en la que Johnson demuestra ser un genio, quede eclipsada por las frases propias de la crítica literaria:

«Un thriller de espionaje y contrabandistas difícil de encasillar por lo bueno que es.» New York Magazine
«Algunos dicen ahora que Denis Johnson es uno de los mejores autores norteamericanos de ficción, cuando eso ya era algo obvio en 1986.»
The Guardian
«La obra de Denis Johnson es mordaz; a un tiempo trascendente y violenta, de un estilo inconfundible.»
The Wall Street Journal
«Las frases de Johnson siempre han sido brillantes, pero en este caso particular es en los intersticios, en las zonas grises de la historia, donde realmente sobresale.»
Los Ángeles Times
«Un thriller de espionaje de uno de nuestros escritores más compasivos y posiblemente la mayor prueba de que se trata asimismo de uno de los más versátiles.»
GQ


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