lunes, 22 de enero de 2018

EN EL SILENCIO

En el silencio
Wade Davis
Traducción de Núria Molines Galarza
Pre-textos
Valencia, 2017
1143 páginas

“Habían visto tanta muerte que la vida importaba menos que los momentos en los que uno estaba vivo”. La frase, lamentamos descubrirla, pertenece al epílogo. La frase, el sentido de la frase, es lo que atraviesa todo el libro, en canal, para explicar por qué una biografía de Mallory, o de los años en que Mallory acometía intentos para hacer cumbre en el Everest en la década de los veinte. De hecho, no se menciona al mítico montañero hasta más allá de la página doscientos, porque previamente Wade Davis (West Vancouver, 1953) reseña la biografía de Gran Bretaña a lo largo de la Primera Guerra Mundial. Es fundamental conocer de dónde viene Mallory y de dónde vienen los compañeros que afrontan el Himalaya junto a Mallory: siempre británicos, en expediciones vastísimas, con docenas y docenas de yaks, siempre sin prisa, siempre sin perder de vista que la conquista del tercer polo está por encima de los fracasos en las relaciones personales. A Gran Bretaña se le habían escapado los polos norte y sur, al igual que había dejado un reguero de cadáveres por pésimas decisiones en diversas batallas. El país, y con él todos y cada uno de sus habitantes, se ven atrapados entre la redención imperial y la impotencia nacional. De hecho, las expediciones parten de Darjeeling (la India), cuando los movimientos de independencia ya habían fraguado tanto en el subcontinente, que se sabía imposible que permaneciera unido a la corona de la reina.
Ahora lo podemos leer como un rasgo de falta de sensatez, pero aquellos hombres se habían alistado bajo el empuje romántico de ideas como la tierra que pisaban sobre la que crecía la hierba de la libertad, sobre la respiración del páramo o la campiña, de modo que, para solventar la tensión, sabían que debían someterse al padecimiento y al sacrificio. Una vez terminada la labor de los cirujanos, en la que no se detiene con remilgos Davis, se impone el deseo de huir y las montañas son el paisaje simbólico de la redención espiritual. De esta manera, a lo largo de casi un tercio de este minucioso y muy elaborado libro, que se lee con una facilidad que nos hace dejar de temer las más de mil páginas, sabemos que era inevitable que los exploradores fueran militares. A mayores, casi todos habían recibido una educación en colegios como Eaton, donde la literatura comparada es una de las asignaturas estrellas. Por lo que el trabajo oceánico de Davis leyendo misivas, cartas y diarios, se resuelve con agrado. Y eso es algo que le llega al lector.
Acaba la Primera Guerra Mundial y lo que viene después no es la paz. Por un lado, Davis describe las características de la colonización de la India y el problema de cartografiar el Himalaya, un reto científico que se va resolviendo con geógrafos que viajan disfrazados, de los que Francis Younghusband fue el pionero. También sería fundamental su apoyo a las expediciones de Mallory, desde la Royal Geographical Society (RGS). A la par, Davis especula con la cantidad de estupidez o de valor que ponen en la balanza los alpinistas, sobre qué parte es capricho y cuál es lógica a la hora de ponerse en peligro. Las relaciones con China, Rusia y el Tíbet, casi imposibles, los alpinistas solitarios que anteceden a Mallory, la decisión de la RGS, comandada por algún iluminado y siempre asumiendo riesgos, todo lo va definiendo Davis con paciencia pero, eso sí, se las arregla para que no sobre una sola frase. Porque es fundamental transmitir la idea de que se debe convencer, también al lector, y cómo se debe gestionar la convicción. Una vez puesta en marcha la inevitable idea de hacer cumbre en el Everest, las avanzadillas exploratorias se encontrarán con un choque cultural que no podrá resolverse a lo largo de los años en que Gran Bretaña dedica recursos científicos para conocer y ganarse el Himalaya. La espiritualidad de los lamas, por ejemplo, azota a los principios higiénicos de los británicos. En alguno de los episodios más entretenidos, se comenta la falta de higiene de una gente que se pasa el día rezando, pero solo se ha bañado dos veces en su vida.
Y por fin está Mallory. Existe una leyenda, pero esa parte la deja Davis para el epílogo. Mallory se nos presenta como un niño valiente, aficionado a los clásicos en la adolescencia, en la que mantiene experiencias homosexuales, al que le horroriza la guerra, pero siente una irrefrenable pasión por los Alpes. De hecho, todo el mundo coincide en calificarlo como el mejor escalador en hielo del país. Y por tanto ninguna expedición al Everest puede prescindir de él. Más aún cuando en la primera ya demuestra su capacidad de adaptación a alturas superiores a seis mil metros. En cada expedición, Davis se toma su tiempo para reflejar el carácter de los miembros que la componen. Eso sí, jamás con expresiones directas, siempre permitiendo que el lector lo deduzca de alguna anécdota o una confrontación. El libro está compuesto por infinidad de detalles, pero la sensación de unidad es inequívoca: cualquiera que sea el peso de lo que está sucediendo, siempre sabemos que tratamos con personajes para quienes la guerra cambió el concepto de muerte. Y así, poco a poco, van inventándose cómo deben ser las expediciones al Himalaya. En una época en que la ropa para expediciones polares estaba bien adaptada, los británicos comenzaron a subir a grandes alturas como si estuvieran en las laderas de valles alpinos. Surgen debates sobre el material y, por encima de todos, sobre el uso de oxígeno embotellado. Se desgastan en la época de monzones, subestiman las dificultades y van aprendiendo a base de ensayo error. La convivencia es durísima, tanto como la forja de unos hombres cuya bildugsroman fue una guerra demasiado cruenta.

Y así hasta que en la última expedición, la de 1924, se configura un equipo que funciona como una máquina de alpinismo bien engrasada. La personalidad de Mallory y el fragor de un Irvine a quien es imposible no cogerle cariño, harán el resto. ¿El resultado? En el silencio es una obra maestra. Davis maneja la documentación, que le ha costado diez años reunir, con un esfuerzo inhumano, hasta presentarnos un texto que se podría leer de un tirón. Respeta el mito de Mallory, pero explica el contexto, todo lo que no sea alpinismo, que construye a las personas. Porque todos somos nosotros y nuestra periferia, este documento es tan épico en lo que narra como en su escritura. Una obra maestra.

Fuente: La línea del horizonte

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