martes, 3 de octubre de 2017

BIOGRAFÍA DEL HAMBRE

Fuente: Culturas/Tribuna

Biografía del hambre
Amélie Nothomb
Traducción de Sergi Pámies
Anagrama
Barcelona, 2006
206 páginas
14,50 euros

Un problema con “yo”



Hay libros, demasiados, que, como esta Biografía del hambre, no son necesarios. Y eso pese a que queda bien claro, en cada renglón de la lectura, por qué lo escribió quien lo escribió. Para ajustar cuentas, claro. Por eso este volumen encierra la autobiografía meramente interior de su autora, la autobiografía de los primeros años de su vida, los que son decisivos. Dada la esencia de los capítulos que le tocó vivir, de haber tenido otra intención el libro nos habrían hablado acerca del desarraigo, del amor, de los límites físicos de la libertad, de la rebelión del cuerpo, de la autonomía del pensamiento o de las ilusiones. Sin embargo, Nothomb opta por encerrarse en sí misma, por hablar del “yo”. A pesar de no ocultar los malos tiempos para un niño, se muestra satisfecha de sí misma durante alguna de sus sesiones nocturnas de escritura, sentada en su cama, con media docena de almohadas a modo de respaldo. Y así pierde la oportunidad de salir de cierto rumiarse a sí misma, para tratar de lo que importa. Ella, que tantas experiencias deslumbrantes parece haber vivido. Así pues, cualquiera diría que este texto está escrito para ser guardado en el cajón de un escritorio, y no para ser divulgado. Al menos no en su formato actual. Basta con echar un vistazo a ciertos párrafos, a la exposición de algunas ideas, a una redacción corriente –que no puede atribuirse al traductor, Sergi Pámies-, para darse cuenta de qué es lo que sobra: “Aquella situación era ridícula y lo sufría en mi dignidad infantil”, adolece de falta de expresividad; “Fue por aquella época cuando decidí no crear nunca una leprosería. Resulta admirable la constancia con la cual me mantuve fiel a esa decisión”, demuestra un problema de narcisismo a la hora de catalogar qué es importante transmitir de lo que uno ha vivido. También se le puede echar un vistazo al capítulo en que trata el método con que seducir a su madre, para concluir que el relato peca de no saber qué es lo que es necesario ir conociendo de uno mismo para explicarse quién es, cómo se ha construido. Se me viene a la cabeza, en este momento, el magnífico libro de Albert Camus, El primer hombre, como expresión ejemplar de esta idea. Aunque lo que en Camus era melancolía, aquí es un regreso sin culpa, y con ambición apenas demostrada en los capítulos dedicados a la pérdida de la inocencia en Bangla Desh, donde sí demuestra tener algo que contar, y también en la lucidez con que va integrando sus lecturas en su aprendizaje, o en el momento en que decide, luchando consigo misma, poner fin a su anorexia, porque elige la vida.
Y esa vida, la de una niña, marcada por el nomadismo –su padre fue cónsul y embajador en Japón, China, Nueva York y Bangla Desh-, el alcoholismo infantil o arranques de potomanía y ataques de asma, podría habernos resultado complaciente, embriagadora, atrevida, nostálgica o cualquier otro sentimiento, de no ser por la consagración hiperbólica con que se dedica a sí misma. Es cierto que no sin motivo: al fin y al cabo, no ha dejado de ser una persona diferente allí donde caía. El problema es cómo integrar ese concepto de ser especial en la personalidad y luego regurgitarlo en una novela autobiográfica. A mi juicio, Nothomb se ha apresurado, puede que todavía no haya digerido aquello a lo que pretende dar salida. De ahí que durante ciento ochenta de las doscientas páginas del libro, uno traduzca que ella infiere de esos episodios que ser diferente es ser inconfundible, tal vez mejor. Una lástima que caiga en esta forma de catalogar y organizar su mundo interior tras un fantástico inicio, en el que muestra un interés antropológico al escrutar la fascinación por la abundancia. Y también porque consigue enderezar el rumbo en las últimas páginas. Esperemos que siga escribiendo para que así siga mejorando.


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