lunes, 11 de septiembre de 2017

UNA EDAD DIFÍCIL

Una edad difícil
Anna Starobinets
Traducción de Raquel Marqués García
Nevsky Prospects
2012
253 páginas

Para dar miedo hay que ser feo

Se nos presenta a Anna Starobinets (1978- ) como una de las autoras más destacadas de la nueva generación de escritores de ficción fantástica. Para demostrarlo, Nevsky Prospects acude a la primera obra publicada por Starobinets, este grupo de relatos que bajo el nombre del primero de ellos, Una edad difícil, aparecieron en el año 2005, cuando la autora contaba menos de treinta años. La primera conclusión, tras la lectura del volumen, es que a uno le apetece saber qué puede dar de sí esta escritora a medida que vaya creciendo, a medida que se atreva a embarcarse en proyectos más ambiciosos, en novelas que le permitan desarrollar con más hondura en esa faceta del terror psicológico que conocemos como pesadillas, o en esa versión de las pesadillas que es el terror psicológico. Entonces, si no hay sorpresas, podrá mostrarnos el horror, transmitir la inquietud del miedo de una forma menos física, menos epidérmica, como algo diferente a una enfermedad. Tal vez, incluso, como una línea oculta en lo cotidiano, como un inevitable sustrato de la mente.
Por lo pronto, la supuesta hondura psicológica parece pertenecer al género de los dilemas y de las sorpresas, es decir, cabe verlo con cierta distancia, como algo que sólo puede sucederle a los demás. O algo propio de la narrativa, no inherente a la vida. Como en la obra de Stephen King, con quien se la compara, el terror, la inquietud, termina cuando termina el relato. Ismael Martínez Biurrun estudia la obra en un prólogo que es toda una lección de cómo debe construirse una historia de miedo: con “dos pares de guantes, los de cirujano y los de basurero”. Acierta al graduar la locura como una alegoría sucia, y menciona la virtud de llevarla a sus últimas consecuencias para hacerla insoportable. El mejor testimonio de este valor literario tal vez sea el trabajo de Starobinnets en el primer relato, donde nos muestra una familia casi cotidiana y casi desgajada cuya vida se ve alterada por la posesión de uno de los hijos, una posesión nada infernal, pero sí estremecedora. No existe ningún atisbo de humor, y sí alguna influencia del mundo gore. En esta ocasión, Starobinnets está más cerca de Darío Argento que de Kafka. Aunque, sin duda, su imaginación es muy superior a la del cineasta italiano. Además, no da pie a que exista un héroe, un salvador, algún personaje que ayude a uno a tener un conducto, aunque sea estrecho, para respirar.
El desasosiego continúa en su siguiente relato, Vivos, una fábula algo previsible inspirada en obras como Solaris o Inteligencia Artificial. Aunque en algún momento recuerda la turbación que genera alguna obra de Marlen Haushoffer. La voz aturdida, de corto aliento, la estrategia In Media Res, la adjetivación destinada a remarcar que todo está enfermo, la mirada parcial que oculta al narrador, todo ello son recursos bien manejados en manos de Starobinets. Pero no dejan de ser tópicos. Es en los siguientes cuentos, más cortos, más gestuales, cuando recupera un tanto la originalidad, como en La familia, donde describe una urbe horrible, un lugar donde es imposible vivir feliz, con esa felicidad de los anuncios de cereales. O en La agencia, una suerte de cuento policíaco sobre el disparate, con el que el humor pasa a formar parte de la literatura de Starobinets. La intranquilidad del hogar colonizado por una extravagancia que es una vuelta de tuerca a lo que debería ser la norma, se conquista en Las reglas. Con La eternidad de Yasha conocemos otra forma de no muerte, una metáfora de vivir sin estar vivo, por la mera continuidad del hábito.
Transformar una pesadilla en literatura es un reto al alcance de muy pocos. O al menos lo que uno puede considerar una pesadilla, esa impresión que te persigue durante un buen rato después de amanecer, incluso a la luz del sol. Kafka consigue ese efecto. Pero no Stephen King. Acercar a Starobinets al segundo deber perseguir un mero efecto de marketing, porque puede evolucionar superando al americano. Esa es la mejor lectura que uno saca de este libro: el potencial de la autora para la fantasía que araña el bulbo raquídeo.


Fuente: Quimera

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